— ¿Cómo va ese asunto de los fusiles, capitán?
— Siete cargamentos en camino, mi comandante. Cien mil fusiles en cada uno.
— ¿Y para cuándo los tenemos?
— Máximo en tres semanas, mi comandante en jefe.
— Bien, muy bien.
— Para servirle a usted y al proceso, valeroso comandante.
— Hábleme de los submarinos, capitán.
— Catorce acorazados de última generación, temerario comandante.
— ¿Cuándo llegan?
— Navegan bajo las aguas del Mar Caspio, ilustrísimo comandante.
— No responde a mi pregunta, capitán.
— Llegarán en dos semanas, cuatro días y diecinueve horas, comandante y líder.
— Formidable.
— Orgulloso de colaborar en nuestra defensa, noble comandante en jefe.
— Entonces estamos preparados, capitán.
— Prevenidos y dispuestos a la lucha, comandante indomable.
— Que se atreva ahora el imperio…
— Sólo tiene que dar la orden, comandante invencible.
— ¡Los aplastaremos!
— ¡Como cucarachas, implacable comandante!
— ¡Como alimañas!
— ¡Como alimañas, resuelto comandante y guía iluminado!
— Lo haremos, capitán, lo haremos.
— Formados y firmes en la vanguardia, comandante y timonel.
— Así mismo, capitán. Ahora puede descansar.
— No hace falta, generoso comandante. Mejor seguir alerta.
— Mejor, mejor.
— Permiso para preguntar, mi sabio comandante.
— Concedido, capitán.
— Disculpe, compasivo comandante, pero hay algo que todavía no entiende la tropa.
— ¿Qué será, capitán?
— Me lo preguntan algunos, sacrificado comandante. Usté sabe cómo pueden ser los soldados.
— Hable de una vez.
— Son sólo dudas, querido comandante.
— ¡Diga pues!
— Si no hubo tiros, comandante; si no llegamos al combate, dispense usté, ¿cómo fue que nos rendimos hace dos años?
— …
— Cosas de la tropa, probado comandante y paladín. Cosas sin importancia.
— Ahora estoy muy ocupado con la gran guerra, sar-gen-to. ¡Media vuelta y cierre al salir!
— ¡Sí señor!
— Siete cargamentos en camino, mi comandante. Cien mil fusiles en cada uno.
— ¿Y para cuándo los tenemos?
— Máximo en tres semanas, mi comandante en jefe.
— Bien, muy bien.
— Para servirle a usted y al proceso, valeroso comandante.
— Hábleme de los submarinos, capitán.
— Catorce acorazados de última generación, temerario comandante.
— ¿Cuándo llegan?
— Navegan bajo las aguas del Mar Caspio, ilustrísimo comandante.
— No responde a mi pregunta, capitán.
— Llegarán en dos semanas, cuatro días y diecinueve horas, comandante y líder.
— Formidable.
— Orgulloso de colaborar en nuestra defensa, noble comandante en jefe.
— Entonces estamos preparados, capitán.
— Prevenidos y dispuestos a la lucha, comandante indomable.
— Que se atreva ahora el imperio…
— Sólo tiene que dar la orden, comandante invencible.
— ¡Los aplastaremos!
— ¡Como cucarachas, implacable comandante!
— ¡Como alimañas!
— ¡Como alimañas, resuelto comandante y guía iluminado!
— Lo haremos, capitán, lo haremos.
— Formados y firmes en la vanguardia, comandante y timonel.
— Así mismo, capitán. Ahora puede descansar.
— No hace falta, generoso comandante. Mejor seguir alerta.
— Mejor, mejor.
— Permiso para preguntar, mi sabio comandante.
— Concedido, capitán.
— Disculpe, compasivo comandante, pero hay algo que todavía no entiende la tropa.
— ¿Qué será, capitán?
— Me lo preguntan algunos, sacrificado comandante. Usté sabe cómo pueden ser los soldados.
— Hable de una vez.
— Son sólo dudas, querido comandante.
— ¡Diga pues!
— Si no hubo tiros, comandante; si no llegamos al combate, dispense usté, ¿cómo fue que nos rendimos hace dos años?
— …
— Cosas de la tropa, probado comandante y paladín. Cosas sin importancia.
— Ahora estoy muy ocupado con la gran guerra, sar-gen-to. ¡Media vuelta y cierre al salir!
— ¡Sí señor!