27.4.07

Antes que anochezca

Recuerdo a Bardem, haciendo de Reinaldo, con su trajecito de baño y su andar resuelto y amariconado. Lo veo en Antes que anochezca, esa película que me encantó, como varias que cuentan las vidas de tantos escritores. Puedo recordarlo en la playa, retozando en la arena junto a sus amigos; o apresurado, gozoso, encerrado con un amante en un estrecho baño público, disfrutando en el caldo rápido de un polvo vespertino.

Todas estas son escenas que dibujan a un Reinaldo Arenas en trance libertino y feliz. Después vino la bruma: el momento de gritos y pedradas en que la revolución incluyó a artistas independientes, homosexuales y librepensadores en la peligrosa nómina de la sospecha. Entonces aquella sonrisa del escritor se quebró, y en adelante lo vimos encerrado, perseguido, acosado durante años. Ahí empezó esa etapa oscura de un Reinaldo escapista.

Justo acá salta el elemento que, para mí, potencia el film: en su obra y en su vida, en sus versos, chistes y dramas, Reinaldo Arenas duró mucho ejerciendo el oficio del evadido. Salió de su pueblo para figurar en La Habana, huyó de Cuba y de su régimen y, al final, cuando parecía que por fin lo había logrado, tuvo que escaparse una vez más, esta vez alejándose presuroso, sacudiéndose la puta vida para dejar embarcada a la enfermedad y la muerte.

De este modo ganó, creo, la última apuesta: pudo decidir cuándo y cómo, sin regalarle a la mala leche, esa que venía sometiéndolo, la voluntad del último acto. También por todo esto es que me gustan tanto esos versos suyos; los que se escuchan al final de la película, cuando Reinaldo, enfermo y desahuciado, rumbo a casa, ve pasar el mundo por la ventana del taxi: porque describen con dulzura y eficacia la que fue siempre, frente a la máquina, su fuga favorita. Porque hablan de ese terreno donde la palabra, y sólo ella, redime.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo dias pasando por aqui y no sorprendiendome con el hecho de que nadie se atreve a escribir un comentario sobre este articulo. Y es que cuando se dicen ciertas palabras, de cierta manera, es dificil agregar algo que no sobre. Sinar lo sabe, porque nunca escribe nada que sobre. Yo no lo se, por eso escribo esto que seguramente esta de sobra pa darle las gracias a Sinar por darme a conocer esas palabras finales vergatarias.

(debo reconocer tambien que el hecho de ser el pionero en algo, aunque sea en escribir un comentario, le anadia un poco de emocion a la vaina)

Sinar Alvarado dijo...

hermano víctor: yo llevaba un par de semanas preguntándome por qué todos van y comentan las otras entradas, pero de ésta nada. terminé por asumir que simplemente no les interesa, que el maricón genial de reinaldo no tiene tanto rating como el chavo, o como matt el bailarín. el caso de arenas es una de mis empatías personales-profesionales, y escribí ese texto hace unos meses para un especial sobre películas de américa latina que se publicó en sudaquia, el blog de una amiga. los versos finales, esos que superponen imágenes de nueva york y la habana, se llaman "the parade ends". gracias a vos por tus palabras inmerecidas. y un abrazo.

Anónimo dijo...

Vi una ronda de dos películas cubanas: primero, Fresa y chocolate, y luego Antes que anochezca. No fue intencional, sólo mi esposo y yo en esos afanes nuestros de relajarnos el fin de semana. No niego que al ver Antes de anochezca quedé agotada, casi dormida. Pero puedo afirmar, sin desparpajo, que la película me dejó un sinsabor terrible. Quizá porque resumir la vida de un escritor en poco más de dos horas cuesta –y más la de Reinaldo Arenas–; la narrativa del cine es distinta. Adaptar un libro exprime la cabeza para alcanzar la síntesis, o más bien, para contar bien, sin dejar cabos sueltos. Si no fuera por la actuación de Bardem, hubiera tirado la toalla o la almohada para quedarme jeteada. Me encantó la recreación de la infancia, la clave de ese drama personal, su relación con la madre... me fastidió un poco ese mundo gay superficial, de falsas amistades o amistades de tiraderas circunstanciales... y me mató ese final. Si bien Arenas decidió dónde morir, al final terminé teniéndole mucha lástima. ¿Huir para qué? ¿Escapar del acoso político del régimen cubano para morir sin amigos en otro país, consumido por una enfermedad sin cura, atendido por un tipo que le hacía el favor de cuidarlo, de acompañarlo mientras expiraba? Sé que quizá suene a apreciación moralista, pero al final yo también deseaba asfixiarlo con esa bolsa de plástico donde le traía comida chatarra ese personaje que nunca terminé por entender. Menos mal que la obra, la escritura, la palabra redime, como dice Sinar. Y agradezco esas escenas en las que Bardem recitaba fragmentos de poemas o prosa de Arenas. Si en su muerte se hubiera sentido ese calor de su infancia, lo aplaudiría, pero no estaba en una obra ficcionada, claro está. Uno no decide cómo morir, quizá algunos suicidas sí. Al final Arenas lograría el escape, pero hacia dónde. Hay una escena clave: cuando la madre le pide que regrese a su tierra y él le da la espalda. Pero, como se interroga la revista Soho, ¿qué pasaría si en Colombia no hubiera muerto Gaitán?..., yo me pregunto: ¿qué pasaría si Arenas no le da la espalda a su madre rodeada de miseria? ¿Qué hubiera hecho en Cuba? Creo que también morir como un perro. Abramos los paréntesis de las suposiciones a ver qué pasa.

Anónimo dijo...

hola soy patricia sanchez yse de la labor de la señora liliàna castillo,con los animalitos de la calle en fusagasuga.por ello recurro a las personas de buen corazon para que aporten su granito de arena en esta noble causa tengo blog para que lo visites.