14.9.07

Abril

I
Este jueves de abril.
Caracas entera ha amanecido tomada por el fervor político. Sucederán movilizaciones y actos de protesta. Por eso, jalado por su pasión excesiva de periodista novato, Campos, joven dormilón, ha adelantado su vigilia y ha violado uno de sus credos más sagrados: ese que le prohíbe levantarse antes de las ocho de la mañana. Así que son las siete y ya está despierto. Desde la cama, solo, aún envuelto en sábanas, Campos mira el techo, la biblioteca, el televisor en lo alto, la luz tenue que se cuela por la ventana. Y bosteza. Lo hace pensando en la cantidad de trabajo que le espera este jueves.
Entonces, antes de que la expectativa lo abrume, corre la cobija y se sienta en el borde del colchón. Busca las chancletas y se frota los ojos. Mira al edificio de al lado a través de la persiana. Ahí está: religiosamente, como en tantas mañanas —a veces más temprano, a veces más tarde—, puede verle las tetas orgullosas a la vecina de enfrente. Las disfruta un rato, acostumbrado. Y cuando la muchacha desaparece rumbo al baño, Campos activa también su propia rutina y camina hacia el suyo.
Allí abre la llave del agua caliente, espera mientras se mezcla con la fría. Luego se da un baño rápido, mecánico, y vuelve a la habitación sin afeitarse. Lo hace a propósito, pues recién le han dado un consejo valioso: los poros rasurados arden con las bombas lacrimógenas. Por eso se salta la afeitada. Escoge el yin más cómodo, una franela y una gorra. Zapatos de goma, libreta y bolígrafo; el carné del periódico. Tamos listos pa la guerra —se dice a sí mismo. Repasa mentalmente lo requerido y arranca.
Campos, obvio, aún no conoce la guerra.

II
— Campos, necesito que te hagas uno de tus trabajitos de consumo. Esos que te quedan tan bonitos —ordena Laura, la jefa de información: cabeza gacha, bolígrafo ágil, cigarro siempre encendido.
La sala de redacción bulle, y entre las mil tareas emocionantes que ofrece la jornada, al novato le toca un pescado frío.
— Ah, okey. ¿Y sobre qué es este?
— Medicinas. Date una vuelta por las farmacias, a ver cómo andan los precios.
— Medicinas…
— Sí, llévate a Humberto pa que haga unas fotos de ambiente.
— De ambiente…
— ¡Dale pueeeej, que no tenemos todo el día! Coge este radio, por si las moscas. Cualquier vaina me llamas… o te llamo.
— Bueno. Chao puej.
Campos, cronista primíparo, no está acostumbrado a protestar. Acepta el trabajo y trata de olvidarse de la acción. Es joven, recién llegado y maracucho: de Maracaibo, la ciudad del solazo y el calor bestial. Y el gentilicio ya le va desplazando el apellido.
— Qué fue, maracucho. ¿Pa onde vamos?
— Recorrido, Humbertico. Este país se está cayendo a pedazos y la jefa me manda un trabajito de consumo. ¡Nos jodimos!
— ¿Y la marcha?
A estas horas, casi nueve de la mañana, los líderes de oposición están aceitando la máquina de la protesta. Desde una tarima, megáfono en mano, llaman a sus seguidores y gritan arengas. Esperan a miles de personas (y vendrán). Esperan multitudes (y llegarán). Presionan al gobierno (que se tambalea), y piden la renuncia del presidente (que caerá).
— La marcha va, Humbertico, pero nosotros no.
— Coño, ¿y de qué es la vaina?
— Farmacias.
— Bueno, eso es dándole.
Más de dos horas se les van dando vueltas por la ciudad. Quinta Crespo, la avenida Baralt, Francisco de Miranda, El Marqués, La Urbina, Chacao, Chacaíto. Farmacias. Ya son más de las once y el trabajito de consumo está listo. El fotógrafo inventa:
— Maracucho, ¿y si nos damos una pasaíta por la marcha a ver cómo va la vaina? Después nos lanzamos pal periódico.
— Bueno, vamos a dale.
El chofer empieza a cumplir la orden cuando suena el radio:
— Campos. Adelante, Campos. ¿Dónde andas?
Las ondas traen a una Laura ansiosa, alterada, que ya casi escupe gritos.
— Aquí, te copio.
— ¡Coño, Campos! ¡Vete a palacio, que la marcha va pa allá! ¡Hay un gentío!
— ¿Cómo?
— ¡A palacio! ¡La gente va a palacio!
— ¡Mierda!
El chofer se ha transformado. Lleva el rostro pálido, enfermo.
— ¿Y a usté qué le pasa?, lo regañan.
— Es que esa vaina debe estar llena de gente del gobierno: pura guerrilla, caballero. Esos no quieren a la prensa. ¡Donde vean este carro lo revientan!

III
Tres cuadras antes de llegar al palacio, unas barricadas de alambre de púas impiden el paso a los vehículos.
— Hasta aquí los acompaño —se raja el chofer.
— Mejor así —dice el reportero. A pie nos movemos más rápido.
Humberto no disimula el miedo:
— Campos, ¿y nos vamos a bajar aquí?
— Sí, aquí mismo es, y escóndete ese carné.
El chofer apenas espera que se bajen y arranca a los golpes.
Varios miles de activistas del otro bando, brigadas que apoyan al gobierno, merodean enardecidos por las cercanías de Miraflores. Ya se han enterado de que la marcha opositora viene en camino, y han desplegado a sus grupos de choque.
Mientras arriba el sol calienta, en la calle atenaza la temperatura del odio y el nervio. Ya casi cae el mediodía. Miles de hombres eufóricos gritan órdenes y contraórdenes: “¡pa allá, corran pa allá que por ahí se nos meten!”; “¡coño: las piedras, cojan las piedras que vienen muchos!”; “¡por ahí no, mamaguevo, por acá, por acá!”; “¡Soto, llama al jefe, que manden gente!”.
El fotógrafo aún no se atreve a registrar las primeras imágenes. Esconde la cámara bajo la camisa, asustado.
— ¡Humbertico, haz esa, mira esa gente!
— Voy… voy…
Clic, clic, clic. Empieza a exponer la película. Empieza el registro: palos, sudor, piedras, expresiones forzadas, caricaturas atroces, ruido, vidrios rotos, motos con prisa, multitud, confusión, caos. Muchas pistolas.
Y Humbertico cagado, cagadísimo:
— Oiga, periodista, mejor nos vamos. Esto se va a poné feo, ¿oyó?
— Tome fotos, Humberto, que yo hago lo mío.
— Ay, coño…

(Continuará)

3 comentarios:

Apelaez dijo...

esta muy chévere, espero la segunda parte

Rafael Jiménez Moreno dijo...

Amigo Sinar,

Me alegra mucho haber encontrado por azar la dirección de tu blog. He leído algunos de los escritos que has publicado. Me llevo una buena impresión. Seguro que volveré para seguir enterado de tu bien relatadas vainas. Un abrazo y lo mejor del mundo.

juan dijo...

...esperando el "to be continued"...